¡loco, hay caimanes!

en la entrada del canal donde estoy parando hay poca agua, y cuando llegué acá la primera vez, por supuesto que me varé. como todavía hacía calor, me tiré al agua y fui hasta la orilla con un cabo entre los dientes. me sentía daktari. tiempo después, charlando con un lugareño sobre unas tortugas macanudas que hay en la zona, fui consciente de lo cerca que estuve de perder medio metro.

lugareño: ...y también hay caimanes.
hernán: naaah. pero no atacan.
lugareño: a veces sí.
hernán: (emoticón de Me estás jodiendo)
lugareño: hace unos años un hom...
pero yo ya no escuchaba. había hecho rewind hasta la escena donde tenía el agua por la cintura. en ese momento juraba que estaba adentro del national geographic channel, le había puesto música y todo. de más está decir que el día que me vaya voy a esperar a que desborde el atlántico, y hasta que no vea pasar un piano flotando no suelto amarras. siguiendo con la fauna pelotense, en las afueras del country hay un gallo que canta las 24 horas del día. reconozco que no soy veterinario, pero yo tengo entendido que estas aves suelen cantar cuando sale el sol al amanecer. en base a esto elaboré una teoría –guarda que mando fruta– de que lo tienen encerrado en una heladera y cada vez que alguien abre la puerta el gallo canta. no sé. los más suspicaces seguro ya habrán notado que de un tiempo a esta parte sigo en el mismo lugar. si bien es cierto que el frío polar no invita a la aventura y que Pelotas da para formar una familia, la principal razón de mi estancamiento se debe a que estoy terminando de escribir un libro para chicos. si no me quedo sin tinta va a estar listo el mes que viene. todavía no está definido si el lanzamiento va a ser en el sheraton de ipanema o algo más íntimo tipo mail comunitario. yo después aviso.